Todas las miradas se posaban en el Miércoles. Era el principal sospechoso del crimen. Nunca antes en la historia un día había sido asesinado. El Fiscal había pedido pena de muerte a los gritos. Los Jueces tuvieron que llamarle la atención porque se le quería ir al humo. Una vez calmado, se acomodó el traje y se sentó en su lugar con cara de nene caprichoso.
Algunos acusaban al Lunes, pero fue el mismo Fiscal quien lo había defendido, otra vez a los gritos, alegando que no tenía razones geográficas para cometer semejante delito. Dicho eso, saltó su escritorio y salió corriendo en dirección al Miércoles con intención de fajarlo.
—¡Fuiste vos, hijo de puta! Confesá pedazo de sorete.
Por fortuna los policías lo contuvieron a tiempo y la acción no pasó a mayores.
A todo esto, el Miércoles no había pronunciado palabra desde que llegó a la sala. Observaba el piso de mármol y negaba con la cabeza todo el tiempo. Ni siquiera había reaccionado cuando el Fiscal, en reiteradas ocasiones, lo intentó agredir. De vez en cuando buscaba con la vista al Viernes, su mejor amigo y compañero de salidas, pero éste estaba absorto. Con la mirada perdida en un almanaque colgado en la pared.
Como era de esperar, el juzgado estaba lleno. Era un hecho trascendente. Sería la primera vez que se celebraba un juicio como este y no había jurisprudencia que valga. Por eso todos estaban alerta al desenlace del caso. Algunos se temían lo peor. Otros eran más optimistas y adivinaban un futuro próspero y mejor. Al fin y al cabo, era el Martes el que ya no existía y creían que podría ser reemplazado fácilmente. Pero ¿podría reemplazarse un día tan a la ligera? Ese era el interrogante de la mayoría.
En la puerta se agolpaban los periodistas de chimentos. Sin consideración por lo acontecido, buscaban obtener alguna confesión subida de tono por parte del Sábado que acababa de llegar tarde, borracho y despeinado. Éste tampoco podía ser el asesino, ya que tenía pruebas suficientes en las redes sociales de que había estado de parranda sus veinticuatro horas y parte del día del Domingo.
Hablando del día de descanso, estaba muy callado. Había llegado temprano como le ordenaron. Arrastrando los pies, subió las escalinatas y una vez dentro, se fue a ubicar en un banco de la última fila y allí se quedó en silencio. Saludó por cortesía a los demás días cuando iban llegando y no volvió a emitir sonido.
El Jueves también estaba presente en el lugar, pero se lo veía relajado de conciencia. Sentadito al lado del Viernes, trataba de pasar desapercibido. Sabía que nadie lo iría a acusar por su fama de cobarde. Además de que estaba convencido en un 95% de que él no había sido el asesino.
También se presentaron los Meses. Los doce reunidos en un mismo lugar como hacía mucho que no ocurría. ¿No se iban a perder semejante espectáculo? El más eufórico era Febrero. Si bien ese año no era bisiesto, el petizo aplaudía al Fiscal en su acusación al Miércoles y alentaba a los otros Meses a que se unan.
—¡Justicia para el pobrecito del Martes! ¡Queremos justicia, Dios! ¡Ju-ti-cia! —gritaba a cada rato.
Diciembre y Enero no le daban bola. Estaban en la suya charlando, preocupados con la organización de las fiestas. Ese año llegarían más rápido por razones obvias de que faltaría un día en cada semana.
—Vos te quejás por esos Reyes, pero hay que aguantarse al gordo de rojo con su insoportable “Jo Jo Jo” desde temprano —le decía Diciembre a Enero—. Lo bueno es que este año voy a trabajar menos y se va a pasar rápido.
Octubre había regresado del baño y preguntó si se había perdido de algo. Septiembre le comentó el episodio del Fiscal y de lo insoportable que estaba Febrero.
—Siempre igual ese petizo —dijo Noviembre queriéndose unir a la charla, pero tampoco le dieron bola. Era un mes al que no lo registraban. Entonces se largó a llorar una lluvia de lágrimas. Nadie lo consoló.
Ubicados en primera fila estaban los hermanos Junio y Julio. Aunque no eran mellizos apenas por un día, la similitud entre ambos era asombrosa. Fríos y aburridos cuando viajaban al sur y alegres y extravagantes cuando residían en el norte. “Bastante esquizofrénicos los pibes”, pensaba Mayo que los miraba de cerca con envidia.
—¡Fuiste vos hijo de puta! Admitilo que fuiste vos. —volvió a cargar el Fiscal y sacó a todos los presentes de sus pensamientos.
Abril se asustó y se le despeinó su belleza. Marzo se empezó a cagar de la risa.
—¿De qué te reís, boludo? —le dijo Abril.
—De la locura esta. Era para traerse pochoclos.
—Es bastante serio para que vos te burles de esa manera.
—¿Te parece serio todo este circo, Abril? Igual me chupa un huevo y la mitad del otro. Somos el hazmerreír de todos. Los Chinos, los Hebreos, los Budistas se deben estar haciendo un picnic con nostros. Si los Aztecas y los Mayas todavía vivieran. Mamita…
Pero ponete a pensar un poquito, Abril. En serio. Vamos a tener menos laburo. Vos porque no te tenés que aguantar a los pendejos en Sudamérica cuando empiezan las clases. Llegan de las vacaciones endemoniados los guachos y yo me los tengo que fumar todo el mes. Claro, porque a vos te los entrego mansitos y no tenés que hacer nada.
—¡Orden en la sala! Silencio. Vamos a dar comienzo al juicio. El Calendario Gregoriano contra el Miércoles. Se lo acusa de ser el actor intelectual y material del asesinato del día Martes. ¿La defensa tiene algo que decir?
—Nuestro defendido se declara inocente de todos los cargos, señores jueces.
—Puf. Inocente mis tarlipes. Fue él. No hay dudas.
—Silencio, Fiscal. Ya le va a tocar su turno. Y háganos el favor de sentarse en su asiento, ponerse de vuelta la camisa que está revoleando y bajarse de su escritorio.
El Fiscal hizo caso al Juez de mala gana apoyando con rudeza su cuerpo en el respaldo del sillón. El Miércoles levantó por primera vez la vista del suelo para mirar al Fiscal. Éste último, al darse cuenta que lo miraba, se llevó los dedos índice y el del medio a sus ojos y acto seguido señaló al Miércoles con esos mismos dedos. Esta acción la repitió tres veces mientras fruncía el ceño y entornaba los ojos.
Al que se lo veía muy preocupado era al Año Siguiente. Era lógico. Sería el primero que tendría que reestructurar todo su calendario y eso no era tarea fácil. Con una libretita en la mano, anotaba todo lo que decían los Jueces y el Fiscal, pero lo hacía más como un acto reflejo propio de su nerviosismo. Él no estaba seguro de que haya sido el Miércoles el asesino del Martes. Más bien, se inclinaba por la culpabilidad del Lunes, pero a esa altura, lo que pensara no era importante. El quilombo que se le venía encima en pocos meses ni los Mayas lo podrían haber solucionado.
El primero que se dio cuenta de la presencia de Osvaldo en la sala fue el Domingo. Pero ¿quién carajo era ese sujeto?
Resulta que hace unos cuantos años, este personaje había hecho una fuerte campaña de lobby, con el apoyo de una famosa marca de cervezas argentina, para pasar a formar parte de los días de la semana. Domingo no lo había olvidado y le guardaba rencor. El problema se le presentó porque Osvaldo quería ubicarse entre él y el Lunes. Y no sólo eso, sino que quería que lo nombraran día de Fin de Semana con todo lo que eso significaba. Domingo se había opuesto firmemente en aquella ocasión alegando que incluir un día nuevo sería una infamia y una traición a la memoria del gran Gregorio XIII. Pero lo que en realidad lo disgustaba era que quería mantener su grupo reducido junto al Sábado de días no laborables. Se sentía cansado y viejo y no estaba dispuesto a aguantar a un día fiestero más. De sobra tenía con su día previo.
Luego de seis jornadas intensas, el juicio había llegado a su fin. La semana se había terminado más rápido que de costumbre, claro está, y era el día de la sentencia. Aunque estaban en una encrucijada técnica, ya que no podían darse cuenta si era Martes o Miércoles. El Juez número tres se inclinaba por la segunda opción y decía que no podían dar su veredicto justo ese mismo día. El Juez número dos le comentó que técnicamente era Martes, a lo que el Juez principal lo calló de un sopapo.
—Que ni se te ocurra volver a decir una pelotudez semejante como esa. ¿Está claro?
Ya con el fallo preparado se dirigieron a la sala de sentencia.
—De pie señores —dijo un policía.
Los tres Jueces entraron en fila india y se ubicaron en sus respectivos asientos. Todos se pararon y se sentaron devuelta como robots. El único que se quedó parado fue el Viernes.
—Señores jueces, tengo algo para decir —dijo el Viernes.
Se escuchó un fuerte murmullo en la sala. Los Jueces se miraron unos a otros. El Fiscal, afónico, quiso decir algo, pero ya no salían palabras de su boca. Febrero se tomó la cabeza. Marzo largó una risita sarcástica. Noviembre golpeó con el codo a Diciembre buscando un cómplice para la situación. Diciembre ni lo miró. El Año Siguiente y el Que Sigue se inclinaron hacia adelante en sus asientos. El Miércoles levantó la vista por segunda vez en todo el juicio. Buscó al Viernes y este lo miró fijamente a los ojos. El Miércoles le negó con la cabeza. Pero el Viernes volvió a mirar a los Jueces. Finalmente tomó el protagonismo el Juez principal.
—Diga lo que diga, ya tenemos un veredicto.
—Ustedes saben quién fue en realidad y se están haciendo los boludos —dijo el Viernes.
—¡¿Cómo se atreve a dirigirse a nosotros de esa manera?! —dijo el Juez número dos y recibió otro sopapo del Juez Principal.
Otra vez el murmullo se apoderó de todos.
—Orden. Orden en la sala o se levanta la sesión.
—Eso es lo que ustedes pretenden. Suspender esto. Pero no se van a salir con la suya —dijo el Viernes-. Quiero que todos me escuchen. Esto es un fraude. El asesino del Martes no es el Miércoles. El verdadero asesino del Martes es…
Un fuerte estruendo aturdió a todos los presentes que se tiraron al piso en busca de protección. El Miércoles también cayó al suelo pero con sangre en su pecho. Los policías se recuperaron del estallido y se abalanzaron contra el agresor. El Fiscal, como último acto, le disparó al Viernes pero le erró y mató al Juez número dos. Luego se llevó el revólver a su sien y se voló los sesos.
El Domingo se paró de su asiento y salió corriendo por la puerta de entrada. El Jueves al darse cuenta de esto, lo frenó con un tackle.
—¿Pero qué hacés pelotudo? —dijo el Domingo.
—Te estoy agarrando que te querías escapar.
—¿Pero vos sos o te hacés? No ves que estaba persiguiendo al Lunes que salió corriendo. ¿No entendiste nada de nada?
Cuando todos quisieron reaccionar el Lunes ya se había perdido para siempre. Los motivos por los que asesinó al Martes salieron a la luz al instante. Estuvo todo el tiempo enamorado del Miércoles y había un día que le impedía estar junto a su amor. Ahora no sólo no estaría nunca más cerca del Miércoles sino que le deparaba una vida de fugitivo. Lo que nunca pudieron descubrir fue la reacción del Fiscal de matar al Miércoles y luego suicidarse.
Porque los días también pueden enamorarse, matar y desaparecer.
Este cuento pertenece al libro El momento RANDOM, publicado en el año 2021.
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Pila Gonzalez
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