Bueno, Tronco. Como te iba contando ayer antes de que me cagara. Cuando los grillos del bosque me sacaron carpiendo anduve deambulando sin saber para donde disparar entre los bosques. No te imaginas el julepe que tenía. Estaba todo oscuro, había muchos sonidos extraños, sombras que se me aparecían mientras caminaba. En fin. Era una de terror, mirá. Para colmo seguía escuchando a esos condenados grillos. No sé si seguían en mi cabeza de trastornado nomás, o qué, pero parecía como que me seguían a donde iba. Me querían fajar, Tronco. Son vengativos y rencorosos esos bichos. Yo sé lo que te digo. Nunca te metas con uno porque si no… viste.
A todo esto ya había pasado como dos horas del incidente con estos. Estaba re paranoico y eso que no había probado ninguno de esos hongos raros que nos convidó el Chuzo cuando salimos. No me preguntes como pero de pronto llegué a una especie de descampado donde no había ni una planta a la redonda. No sé cómo mierda llegué allí, pero ahí estaba. Más solo que nunca y ahora más perdido todavía porque no tenía siquiera las referencias de los árboles. Estaba en campo abierto que se dice, Tronco. Ahí era presa fácil, pero no quería volver a internarme en los bosques, viste. Estaba con un dilema. Así que seguí con paso firme derechito, con las orejas paradas y el olfato agudizado. Siempre para adelante. De golpe, Tronco. No va que meto las patitas en un charco de barro. Era como un pozo.
—¿Qué te pasa boludo? —escucho que alguien me dice, Tronco—. ¡Porque no mirás donde caminas, manchado!
—¿Quién dijo eso? ¿Quién anda ahí? —salté y mostré los dientes a la penumbra.
No sabía de donde venía esa voz, ni quién era, ni cuantos eran, ni si me querían comer o qué. Estaba todo cagado, Tronco. Casi que entregado. Sin ánimo de pelear a esa altura, ni nada. Estaba vencido, cansado. Me iba a rendir ahí nomás. Era penoso.
—¿Qué agitas perrito, que agitas? —vuelve a decir la voz.
…y ahí lo vi, Tronco. Un sapito que se le veían sólo los ojos entre el barro. Que risa. No me llegaba ni a las pesuñas el vago. Ahí me tranquilicé un poco. Me volvió el alma y recuperé el aliento.
—Ah, eras vos —le digo.
—Sí. ¿Quién querés que sea, tu vieja? —me dijo y se largó a reír a carcajadas limpias. Era un espanto el sonido que hacía. “Croc, cric, croc”, algo así. Tenías que haberlo escuchado, Tronco.
—¿Dónde mierda estoy? —le pregunté.
—En los campos —me responde.
—Sí, ya sé, ¿pero dónde? ¿En qué lugar?
—Y qué se yo. A mí que me viste, cara de guía de turismo. Mirá para allá tenés campos, para allá también y así.
No podía razonar con ese sapo, Tronco. Estaba muy agresivo el guacho y a mí se me había pasado el miedo y encima me estaba poniendo de los pelos también con ese escuerzo de su madre.
—Bueno. Gracias por nada —le dije y seguí mi camino.
—¡Pará! ¡Pará! No te pongas así. Te estaba jodiendo, che. No te aguantas una, vos. Vení. Quédate a charlar un rato que estoy medio aburrido acá.
Yo, Tronco, mucho no tenía que hacer, así que me volví y me puse a charlar con el Croqui, jeje. Así lo apodé al batracio este. Mucho no le gustó al principio, pero se lo tuvo que bancar. Entre una cosa y la otra me contó que se separó de una rana y que ahora le anda arrastrando la papada a otra que todavía es un renacuajo, mucho más joven que él. Le gustan las pendejas, viste. Está re caliente con esa minita y me dijo que cada vez que la ve se hincha como un… bueno, como lo que es.
Yo también le conté mi historia. La que vos sabes, Tronco. Le hablé de la Lolita, de todos los quilombos que tengo. También le hablé de vos, no vaya a ser cosa… jeje. ¡Gordito lindo! Al final terminamos íntimos. No tanto como con nosotros, ¿viste?, pero resultó buen anfibio al final el Croqui. Nos quedamos charlando toda la noche y quedé en que lo pasaba a saludar un día de estos.
Cuando amaneció se me hizo más fácil de encontrar como volverme. Y acá estoy. Bastante caliente con el Chuzo y con el Perico. No les vuelvo a dirigir ni un gruñido a esos dos. No me pude relajar un carajo en el viaje. Pero lo positivo es que lo terminé encontrando al Croqui así que la experiencia quedó en empate.
Y ahora te dejo, amigo. Me voy para el parque que está pasando las vías a ver si la veo a la Lolita que hace rato que no tengo noticias de ella. Y vos no te me pongas celoso del Croqui. Mirá que te conozco. Te hacés el que no te importa pero en el fondo estas celoso.
Mandales saludos a la Panchita.
Chau Croqui… eh… digo, Tronco… jeje. ¡Gordito simpaticón que sos!
Pila Gonzalez
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