Me acuerdo de Trelew

Me acuerdo de mis días en Trelew

y no puedo dejar de sentir

cierta nostalgia.

 

Me acuerdo del encuentro

con Tebo en el aeropuerto.

Fue sincronizado.

Como si lo hubiéramos ensayado.

Yo que salgo de los controles

hacia el hall central

y él que entra

con zancadas largas

de la calle.

 

Me acuerdo del abrazo que nos dimos.

Del “¿qué hacés, papá?”

Me acuerdo que nos estaba esperando

un taxi.

Me acuerdo que abrí la puerta de atrás

y el chofer me dijo que tome otro

porque ese estaba ocupado.

Pero era el taxi que Tebo había reservado.

 

Me acuerdo del viaje hasta la ciudad.

Me acuerdo que fue rápido,

o eso me pareció,

ya que cuando quise reaccionar,

estábamos en la puerta de la casa de Tebo.

 

Me acuerdo que antes de entrar

fuimos a comprar facturas

a la panadería de la vuelta.

Yo seguía con la mochila puesta

y Tebo con su sonrisa de siempre

que lo caracteriza.

 

Me acuerdo que entramos a la casa

y me enseñó cuál sería la mi habitación.

Me acuerdo que me dijo

que era el cuarto de huéspedes

y que lo había preparado para mí.

 

Me acuerdo que me dejó solo

para que me acomodara.

 

Me acuerdo que lo primero que vi

fue un cuadro en la pared

con la foto de Elina, la hermana,

y me imaginé que la misma

había sido tomada

cuando ella cumplió los 15 años.

 

Me acuerdo que también reparé

en la biblioteca

que estaba al lado de la cama.

Tengo una obsesión con las bibliotecas

y los libros.

 

Me acuerdo que me puse

a desarmar la mochila

y a colocar la ropa en el ropero.

Me acuerdo que la acomodé

prolijamente en los estantes

y me acuerdo que, en ese momento,

pensé que había traído demasiadas remeras

(y así fue).

 

Me acuerdo que después de ordenar todo

bajé a la cocina.

 

Y me acuerdo que fue allí

cuando tomé dimensión

de que me estaba reencontrando

con una de las personas

que más quiero en la vida.

Este poema pertenece al libro Ciclotimia, publicado en el año 2019.

Mis otros libros

La soledad del alma

Pila Gonzalez

Creador de contenidos
Me gusta lo simple. Juntarme a comer y tener una buena charla con mis amigos, salir a correr, sentarme a leer en un parque, escribir en cuadernos, recorrer lugares caminando. Enamorado de los Balcanes, me autodenomino un catador de cafeterías por el mundo.
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