Estuve con el Chuzito el otro día, Tronco. Me lo crucé en el baldío y como estábamos solos, aproveché para hablarle y darle algunos consejos. Como si fuera un padre, ¿viste? ¿Te acordás que te conté que tengo ese presentimiento de que el Chuzito tiene alguna parte mía? Por mis visitas a la Matilde de antes que nazca. Bueno, lo agarré al cachorro y lo llevé abajo del ombú para hablarle de macho a macho. Alguna figura masculina tiene que tener el guacho en esta vida, sino sale para cualquier lado. Viste como está la cosa hoy en día. Con tanto collarcitos y ropitas. Bueh. ¿Para que te voy a contar?
Como te decía, Tronco, ¿viste que el pobrecito es un engendro, que tiene parte de varios perros por culpa de la putañera de su madre? Bueno, me parece que salió retardado también. Mucho ADN junto te estupidiza. Mientras le quería hablar se puso a ladrarle a una mariposa que pasaba volando. Yo lo quería calmar y él meta que te meta con la mariposa. En un momento le tuve que gritar “SIT”. Sí, me contaron que cuando le decís “SIT” se calma. Dicen que lo aprendió del Toby, del Chihuahua ese de la Rubia que vive cerca del parque pasando las vías. Si hasta lo vuelven loco al pobrecito. Cada vez que escucha la palabra “SIT” se para en seco y se queda como una estatua. El otro día el Chuzo me contaba que estaba hablando con el Felipe y éste le decía que le picaba mucho el culo, y el Chuzo le dijo: “Deben ser paráSITos”. ¿Para qué? El Chuzito que andaba correteando por ahí se quedó duro. Ahora lo joden a cada rato. “¿Cuál es la SITuación, Chuzito?”, le grita el Pirata. “Traéme cañonSITos de la panadería, Chuzito”, le dice la Matilde. Y el, ¡pum!, firme como perro policía. Pobrecito.
Bueno, yo le dije “SIT”, porque se me estaba poniendo cargoso con la mariposa, y sabés como quedó el guacho. Tieso. Así, con los cuartos traseros sobre el pasto, las dos patitas de adelante rectas y la mirada perdida en el horizonte. Un boludo. Aunque al rato se me empezó a ladear de costado. Tiene mucha cabeza el pobre comparada con su cuerpito. Se me iba para un lado y yo que lo agarraba. Se me iba para el otro y también que lo cacheteaba antes de que se dé el marote contra el suelo.
La cuestión, Tronco, es que yo estaba ahí para inculcarle algunos valores que nos enseñó el Capitán a nosotros cuando éramos cachorros. Le hablé del respeto a los mayores. De los códigos entre callejeros. De la hermandad. Pero ya no me escuchaba el hijo de puta. Se había empezado a lamer las bolas de una manera, mirá, que me pegué una calentura y le tuve que dar un coscorrón. Siempre un sopapo a tiempo es bueno para enderezarlo, pero a éste hay que cagarlo a palo todos los días, Tronco.
—Dejála tranquila que no se te va a volar —le dije.
¿Para qué le habré dicho eso? Empezó a seguir otra vez a la mariposa como un tonto. Encima la quería imitar. Saltaba y movía las patitas pretendiendo volar como la mariposa. Los golpes que se daba contra las raíces del ombú. Hasta a mí me dolían. Pero, ¿viste como es la cosa, Tronco? Dicen que los cachorros son de goma y nos les duele nada. ¿Qué se yo?
Cuando lo pude calmar un poco le empecé a hablar del sexo opuesto, Tronco. ¿Viste?, de las hembras. Como tratarlas y todo eso… ehehjejé. Pero no pude continuar porque no sé si fue la palabra “sexo” o “hembra”, o qué, pero al vago se le empezó a agrandar “el amigo” y otra vez dele que te dele con lamerse las bolas.
Al final me fui al carajo y lo dejé ahí, con lo suyo. Lo último que lo vi hacer era querer volar mientras intentaba lamerse las bolas al mismo tiempo.
¿Qué querés que te diga, Tronco? Ese cachorro me parece que es un caso perdido.
Pila Gonzalez
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