Ese lugar cualquiera

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Podemos arrancar

creando desde lo musical.

Siempre es una buena opción para empezar.

 

Entonces: Jazz de fondo

o Tango instrumental

o House,

cuando se lee o escribe.

Serú Giran

o Soda Stereo Unplugged

o Sabina

o Queen,

cuando no se lee o escribe.

 

Después ya nos metemos

de lleno en el diseño

desde lo físico y geográfico.

 

Entonces: sillón confortable

de dos cuerpos en forma de L

con muchos almohadones.

Silla mecedora que dé a una ventana balcón

también con más almohadones.

Mesa de trabajo,

ancha, maciza, marrón oscura y segura.

La ventana, a su vez,

que mire a un bosque

o una montaña

o un mar

o a algo que no incluya

la combinación de cal con arena.

 

Por aquí y por allá.

 

Biblioteca blanca de un lado

reemplazando a la pared

y chimenea del otro con leños

y perro negro pequeño

con algunas manchas blancas

que responde al nombre de Coquita,

a sus pies.

Mapamundi en la pared libre que queda

con papelitos pegados al azar

a modo de nostalgias viajadas.

Muchos libros, revistas, cuadernos,

lápices, marcadores y lapiceras

desparramados en la alfombra peluda.

 

Un lienzo en la esquina,

al lado de la guitarra

que está apoyada en el piano

donde descansa el gato

color naranja y blanco

de ojos tristones y muy cariñoso

que responde al nombre de Ginger.

 

Más allá, a la intemperie,

un deck de madera

con una hamaca

y cantos de pájaros

y ulular de árboles

y correr de río.

Sí. Tiene que haber río.

Cerca.

Que lo podamos ver.

Que lo podamos tocar.

Que nos podamos mojar.

Y frutales.

Por todos lados.

Y una huerta orgánica

en ese pedazo de patio

que queda por ahí.

 

¿Luz? Natural, obvio.

Que entra por los vidrios.

Tenue.

Cálida.

Imperceptible.

 

¿Aire? impoluto.

Limpio.

Sanador.

Energizante.

 

¿Aroma?,

a café recién molido,

té de limón con miel y jengibre

e incienso de vainilla perfumando.

 

Mañanas verdes

tirando a azul vintage y brumosas.

Tardes doradas

tirando a Big Bang.

Noches con pintitas blancas con fondo negro

y grillos de orquesta.

 

Temporada estival.

Caluroso

(no tanto)

durante el día,

refrescando

(no tanto)

cuando se hace oscuro.

 

¡Mosquitos prohibidos!

 

Yoga y meditación temprano,

con el alba.

Letras que se van agregando

a una libreta Moleskine

de hojas lisa y de tapa semidura.

Trote entre caminos

con paisajes solitarios y perdidos.

 

Verduras de almuerzo.

Sopas de cena.

Libros de postres.

Tus abrazos antes de soñar.

 

Y al final,

vidas infinitas

que se van renovando

y actualizando

todos los benditos días.

 

Eso es todo.

Este poema pertenece al libro Ciclotimia, publicado en el año 2019.

Mis otros libros

La soledad del alma

Pila Gonzalez

Creador de contenidos
Me gusta lo simple. Juntarme a comer y tener una buena charla con mis amigos, salir a correr, sentarme a leer en un parque, escribir en cuadernos, recorrer lugares caminando. Enamorado de los Balcanes, me autodenomino un catador de cafeterías por el mundo.
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