Cierro mis ojos. Intento concentrarme. No puedo. Los recuerdos y pensamientos están por todas partes. Lucho contra ellos. Terminan por vencerme como lo hacen siempre. Son más fuertes que yo. Están mejor preparados que yo. Llevan años de entrenamiento y disciplina. Es una batalla que tengo perdida desde hace mucho. Ellos siempre salen victoriosos. Se jactan de su poder. Se mofan de mi debilidad.
No puedo. ¿O sí?
‹‹Mi mente es lo más poderoso que tengo››, me digo para darme ánimo. Si logro dominarla y hacer que trabaje para mí, podré conquistar mi mundo.
Vuelvo a la carga.
Busco un lugar apartado de toda la sociedad, de todo bullicio. Lo encuentro. Es el sitio ideal para empezar mi lucha interior. El sol se filtra por todos los poros de mi cuerpo y me llena con su energía infinita. El silencio me envuelve con su manto de serenidad. Estoy contento. Presiento que ha llegado el día que puedo vencer todos mis miedos. Ha llegado el momento de hacerme cargo de mi vida.
‹‹Yo soy el protagonista principal de mi vida››, me repito como un mantra. Yo, y nadie más que yo, soy el responsable de todos mis actos.
Cierro mis ojos. Intento concentrarme en mi ser interior. Esta vez mi estrategia será distinta. Un gran amigo me dijo que no luchara contra mi mente, sino que la dejara ser y la aceptara como es.
Vuelven los monstruos al ataque. Pero en esta ocasión no pueden contra la muralla que he puesto contra ellos. Aunque comprendo que no se van a quedar tranquilos después de un primer embate frustrado. Sigo mi camino hacia la iluminación.
Ahora los pensamientos se desvanecen de mi cabeza, pero dejan un rastro. Las sobras de algo que poco a poco comienza a hacerse más fuerte. Poderoso. Se han transformado en sentimientos y me invaden por todos los flancos. Estoy perdido. Siento cómo uno a uno se van cayendo los ladrillos de la pared que me servía de escudo.
¿Qué hago? ¿Cómo los detengo? Están decididos a derrumbarme.
Dudo.
Busco en todo mi arsenal las armas para enfrentarlos. No las encuentro. Voy a plantar bandera blanca contra mis sentimientos, derrotado y sin fuerzas. No quiero seguir esta lucha. Es demasiado para mí. Soy débil y cobarde.
Es el fin ¿O no?
Me escucho a mí mismo, repito mis palabras una y otra vez, mis juicios. No estoy perdido. La solución puede estar al alcance de mis manos. Intento percibirme como un ser nuevo, un ser diferente, fuerte y valiente. Una energía interior surge como un tornado y descubro cómo vencerlos. Descubro que estos sentimientos no son más que inventos míos o, mejor dicho, de mi mente. He encontrado la solución a este acertijo. Entonces, como una fiera en busca de su presa, decido presentarles batalla una vez más, allá, donde ellos quieren. En su territorio. No dejo que me influyan. Los comprendo. Me apiado de ellos.
Respiro bien hondo para que toda la energía positiva del mundo ingrese dentro de mí y dejo salir el aire viciado, despidiéndome de mis viejos rivales.
Ya no soy el mismo. Me he superado. Acepto y comprendo que fue solo una simple batalla. Me esperan muchas y más sangrientas. La guerra no está ganada todavía, y puede que dure toda la vida. Pero ahora me siento preparado para enfrentar a mis futuros enemigos internos, que no serán más que mis viejos adversarios evolucionados y con más poder.
No sé en qué se transformarán estos sentimientos cuando se reagrupen y emprendan una nueva arremetida. Pero acá los espero. Meditando. Reflexionando. Descubriendo en cada respiración el poder infinito que tiene mi mente. Aceptando la realidad, mi realidad tal cual es y aceptándome tal cual soy.
Vuelvo a inspirar y exhalar. Esta vez de manera consciente, millones de veces más. Un equilibrio mental se va apoderando de mí. Siento la energía resonar por todo mi cuerpo. No sé cuánto tiempo llevo en este estado porque el placer interior que abrigo hace que pierda la noción del mismo. Me dejo llevar. Mis enemigos quedaron muy atrás. No creo que puedan alcanzarme. Disfruto de este momento mágico. Sé que no va a haber otro igual, porque cada instante es único.
En mi interior solo calma y tranquilidad. Solo silencio. Mi mente se disuelve y es libre de sus propios pensamientos.
Abro mis ojos y continúo con mi vida. He encontrado en la paz de mi alma todo lo que necesito.
Es un nuevo comienzo. ¿O no?
Este cuento pertenece al libro La soledad del alma, publicado en el año 2014.
Mis otros libros
Pila Gonzalez
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