¡Oh! El amor, el amor

¡Tronco! Tronquito de mi corazón. ¿Cómo dice que le va al perrito más bonito de la cuadra? Mi chiquito lindo, esos cachetitos el buldogcito. Dichosos los ojos que te ven mi querido amigo, Tronco. Mucho no te puedo dedicar hoy, Tronquito porque me tengo que preparar para ir a la placita esta noche, porque, ¿a que no sabés con quien se va a encontrar el Manchitas? Sí, Tronco. Con la Lolita. Esa cachorrita bonita que tiene esa colita pompón que la mueve para aquí… la mueve para allá. Con la Lolita me voy a encontrar esta noche, Tronco. Una especie de cita, ¿viste? Pero te la hago corta que ando apurado.

Resulta que esta mañana me agarraron unas ganas bárbaras de mear. Me levanté y le di al ombú de lo lindo. Como cinco minutos con la patita al aire, estuve. Bueno. Después ya no me podía dormir. Una vez que me levanto me cuesta volver a pegar un ojo, así que me fui a dar una vuelta. Me llegué hasta el parque ese que está pasando las vías porque quería tomar un poco de agua fresca de la fuente que tiene en el medio. Esa con las aguas bailarinas, ¿viste? Siempre está bien fresquita a la mañana y yo de vez en cuando me voy a desayunar al parque. Entonces me llego hasta el parque ¿y a que no sabes quién estaba ahí? Sí, Tronco. La Lolita. La guacha no sé si me olfateó de lejos o qué pero se me vino al humo.

—Escondéte, Manchitas dentro de esas plantas de ahí que si te ve el Gordo te mata —me dijo.

Yo entre sorprendido y un poco sediento le hice caso y me apiñé entre una planta de ruda.

—¿Qué hacés a esta hora de la mañana, Lolita, en el parque? —le pregunto yo ya que eran las siete de la matina.

—Es el Gordo —me dice—, que anda caliente con la Rubia aquella —me señala a la rubia con esa trompita lanosita y bonita que tiene mi chiquita hermosa…

Bueno. Este… Me cuenta que el Gordo se había enterado que la Rubia sale todas las mañanas a correr a esa hora por el parque con el Toby, para hacer un poco de ejercicios, ¿viste?, y que ahora al Gordo se le dio también por ir todas las mañanas al parque para cruzarse con la Rubia.

Tendrías que haberlo visto al Gordo, Tronco. Vestido con una campera deportiva y unas calzas ajustaditas que le llegaban hasta tres cuartos de las patas. Una ballena, parecía el mastodonte. Una imagen espantosa… Brrrrr. Fuera. Fuera imagen de mi cabeza….

En fin. Me quedé charlando un rato con la Lolita, yo seguía adentro de la planta de ruda. Una baranda estaba echando. Y encima tenía una sed de aquellas. Bueno. Estábamos meta charlar de cosas de la vida cuando se apareció el Toby, ese Chihuahua hincha pelotas que desde que se junta con el Chuzito se puso cada vez más idiota.

Me empezó a ladrar sin parar el vago. Como una loca histérica se puso.

—Calláte, Toby —le decía la Lolita.

—Tomátelas, pibe —le decía yo desde la planta de ruda.

Y éste que dale que te dale con el ladrido. Ya estaba a punto de salir a darle un sopapo, pero me contuve por miedo a que me vea el Gordo.

—Toby, andá para el arenero que ya voy —le dijo la Lolita.

—Allá te espero, muñeca —le dijo este y se fue ladrando.

¿Para qué? Yo estaba todo encorvado pero había parado la oreja. No soy ningún boludo, ¿viste? No. Si esa pulga se me estaba haciendo el sota con la Lolita. ¡Conmigo no, eh! Entonces sin pensarlo lo saqué a correr gritándole de todo al guacho. El tema fue que la Rubia me vio que lo estaba corriendo al Toby y se puso a gritar como una loca en el medio del parque. El Gordo, que estaba intentando hacer un abdominal desde hace una hora, al ver a la Rubia gritar desesperada porque yo corría al Toby se quiso hacer el héroe y, parándose como pudo, y agarrando una varilla de una rama también me salió a correr. La Lolita, al ver que yo corría la Toby, que la Rubia gritaba y que el Gordo me corría con una varilla, se puso también a ladrar.

Se armó un quilombo, Tronco, en ese parque que ni te cuento. El Gordo se enredó con una raíz de un árbol y se fue de geta al piso, haciendo el avioncito en el pasto con su panza, aprovechando el rocía de la mañana. El Toby alcanzó a llegar con la Rubia antes que lo cache y se le subió a upa. Yo después de la corrida estaba más sediento que nunca y me fui hasta la fuente y me bajé como medio litro de agua. A todo esto el Gordo ya se había incorporado devuelta y se me venía con todo escupiendo pasto por la boca y sacudiendo la varilla. Yo me fui cagando, pero antes pasé corriendo por al lado de la Lolita y esta me regalo una sonrisita picarona, mi bonita, mi chiquita, lanudita…

—Nos vemos pronto, Manchitas —me dijo mientras yo pasaba a los pedos seguido por el Gordo—. Esta noche vamos a la plaza —me alcanzó a gritar cuando yo ya ganaba las vías.

Así que ahora, Tronco, me voy a preparar. Me voy a revolcar primero por una plantita de menta que hay en el baldío y me las pico para la plaza.

El amor es así, hermano. No tiene descanso. ¡Oh, el amor, el amor…! ¿Qué haríamos sin el amor, Tronquito querido? ¿Qué haríamos, cachetoncito? Saludáme a la Panchita de mi parte.

Mis Libros

El momento Random
La soledad del alma

Pila Gonzalez

Creador de contenidos
Me gusta lo simple. Juntarme a comer y tener una buena charla con mis amigos, salir a correr, sentarme a leer en un parque, escribir en cuadernos, recorrer lugares caminando. Enamorado de los Balcanes, me autodenomino un catador de cafeterías por el mundo.
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