Oí el ruido del portazo del auto e inmediatamente miré el reloj. Ya era la hora. Estaban acá. No había escapatoria. Sabía que tarde o temprano me encontrarían. Llevo huyendo más de dos días sin rumbo ni sentido de la orientación. No sé dónde estoy y no sé dónde voy. Aunque ahora sí sé a dónde iré cuando ingresen a este refugio improvisado que conseguí y me saquen a las rastras. Tendré suerte si me matan rápido. Así que les voy a presentar resistencia. De acá me llevan con los pies para adelante o no me llevan. Y esa también puede ser una opción. Que yo gane. ¿Por qué no?
No sé cuántos serán. Calculo que tres, cuatro, cinco, no más. Sólo escuché un auto y en un Falcón no entran más que cinco tipos. Más las armas y los palos. Sí. Deben ser cinco. Yo tengo un revólver con ocho balas. Si las uso bien quizás tenga una oportunidad.
¡Oíd el ruido de rotas cadenas, milicos hijos de puta! ¡Hasta la victoria, siempre y oh, juremos con gloria morir, carajo!
Ellos van a entrar con todo lo que tienen. Armas pesadas de largo y mortífero alcance. Pero yo confío en mi puntería. Por algo me preparé todo este tiempo. Además, cuento con el efecto sorpresa. Ellos no se esperan que un pobre infeliz como yo, estudiante de Arquitectura, primero en mis clases, socio fundador del Club de Lectura Rodolfo Walsh de la Universidad de La Plata, los esté esperando con un fierro. Ellos seguro piensan que los voy a esperar llorando, cagado, escondido debajo de la cama. Pero no. Esa es mi ventaja. Pegar primero. Cargarme a un par ni bien tiren la puerta abajo. Y esperar. Tener paciencia. Pensar como un ajedrecista. Después seguiré en desventaja, claro está, pero estoy muy confiado en mí mismo. Como nunca. Además, no tengo nada que perder y ellos sí. Seguro que son unos pichis que los mandan a juntar revolucionarios por ahí. Con poca preparación. Jóvenes. Padres de familias y eso. Nada especial.
Cuando los tres que queden vean que sus compañeros cayeron van a arrugar un poco. Se van a poner nerviosos y quizás otro cometa un error. Ahí es cuando bajo al tercero. Y ahora, dos contra uno, está más pareja la cosa, ¿no? Es casi un empate técnico. En ese momento es cuando pienso usar mi jugada maestra. Hacer como que me quedo sin balas. Gatillar el revólver en falso. Quizás acordarme de las partes íntimas de mi abuela. Hacer teatro para que sea más creíble. Eso les va a devolver el valor a estos ratis pelotudos y van a venir a por mí. En ese momento van a estar desprotegidos y… ¡bam! Primero uno, después el otro. Con la tranquilidad que me caracteriza termino de cazar a estos cinco represores. Y tal vez me convierta en héroe popular. Quizás mi nombre circule por todos los reductos de los compañeros y me transforme en leyenda. En mito. El nuevo Che Guevara. La nueva estrella de la revolución latinoamericana. Un héroe Nacional y Popular. El pibe que se cargó a cinco milicos que lo fueron a buscar. El que sólo tenía ocho balas. El hábil arquitecto tirador.
Quizás, cuando todo esto pase, hasta escriba un libro contando mis memorias. Haciendo hincapié en el capítulo de lo ocurrido esta misma noche. Quizás algún escritor famoso, de los que ahora están exiliados, quiera escribir un libro con mi historia. Quizás una película. Y mis amigos se sentirán orgullosos de mí, estén donde estén. Y quizás sea propuesto para liderar alguna contraofensiva contra este gobierno facho. Y quizás, cuando ganemos, sea propuesto para presidente de la República. Y quizás saquen algún billete con mi cara. Alguna calle importante lleve mi nombre. Algún nuevo pueblo… O no.
Quizás pueda sobrevivir a esta noche y no termine en un campo de concentración torturado hasta la agonía.
Este cuento pertenece al libro El momento RANDOM, publicado en el año 2021.
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Pila Gonzalez
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