Se terminó la joda

Tronco, querido. Te vengo a anunciar oficialmente que se terminó la joda en el barrio. Sí. Así como te lo digo. Ayer, cerca de la medianoche, hizo la tan esperada aparición la Doña Coquita. Organizó una reunión enseguida en el baldío y puso las nuevas reglas. Así nomás. Sin preámbulos. No se anduvo con chiquitas ni nada por el estilo. Se volvió a autoproclamar la líder de los callejeros y al que le guste bien y al que no también. Así lo dijo. Bien claro para que todos la escucharan. El Pirata ni se apareció. No creo que a la Coquita le haya gustado ni medio. Pero no es problema mío. Yo soy un simple servidor de la causa. A mí no me jodan. Yo voy a poner los huesitos como buen perro que cumple con su obligación y chau quilombo.

Hablando de eso. Nos pidió tres huesitos a cada uno por semana de impuestos. ¿Y sabés una cosa? Me parece bien y justo. Si te ponés a pensar no es tanto y lo veo como una inversión en seguridad. A la Matilde le dijo que si quería seguir trabajando en el barrio va a tener que pagar extra por “ganancias” o algo así y no sé qué plus más por ingresos brutos. La Matilde ni “mu”, ¿sabés? Asintió con la cabeza como una foca y se quedó en el molde. Chita el hocico. Estaba re cagada la guacha. No se la vió venir tan rápido y pensaba que se la iba a seguir llevando de arriba. No viejo. Se—ter—mi—nó—la—jo—da. Y San se acabó.

Ah, me olvidaba, Tronco. Preguntó por vos y por el Capitán. Le dijimos que habían sido adoptados y comentó que después venía a hablar personalmente con ustedes. Pero no pongas esa cara, che. No te preocupes que dejó bien en claro que ustedes dos son un ejemplo para el resto y que los más chicos los tienen que respetar y hacerles caso en todo. Tomá pa´ vo, Tronquito. Perro ilustre del barrio te van a nombrar. Acordáte lo que te digo.

Bueno. Así están las cosas por acá. Nuevo gobierno. Nuevas reglas. Nuevas esperanzas. Se siente en el aire el cambio. No sé qué va a salir de todo esto, pero que vamos a vivir más tranquilos, no te quepa la menor duda. Antes era una anarquía esto, Tronco. Ahora se va a encaminar la cosa. Cada cual va a tener su lugar en el barrio y los callejeros vamos a estar de una buena vez un poco más organizados que tanta falta nos hace.

Ahora no me tengo que preocupar tanto por algunas cuestiones que antes me hacía la cabeza pensando y pensando. Sólo voy a enfocar mis energías en la Lolita. Esa perrita hermosa que me vuelve loco. Va a terminar siendo mía, Tronco. Vas a ver. Se me resiste la guacha pero sé que en el fondo le gusto. Voy a usar todas las estrategias que hagan falta. Vos también me podés tirar un centro, loco. Nunca me quisiste contar como te levantaste a la Panchita. Te podés portar conmigo y contarme… ¿No? Que reservado que sos, chabón. Pero igual te quiero, Tronquito de mi vida. Sos cerrado y callado, pero seguís siendo un groso.

Al que hace tiempo que no veo es al Chuzo. Desde que se perdió en los bosques que no lo vi más. Para mí que se está haciendo el boludo porque se enteró que la Matilde y la India están preñadas de él y se mandó a mudar. ¡Qué perro hijo de puta! ¡Mirá vos lo que me vengo a dar cuenta! Lo del viaje a los campos era toda una excusa. Pero que perro más cobarde. Se tomó el palo. Bien que le gusta el mete que te mete, pero después hay que hacerse cargo, viejo. No se puede andar poniéndola en cualquier agujero y después desaparecer. Pero no me quiero poner loco otra vez. Ya está. No es mi problema y ya me olvido del asunto. Listo. No hablo más del tema. Que cada cual se haga cargo de lo que se tiene que hacer cargo. No voy a meter más el hocico donde no me incumbe.

En fin. Qué le vamos a hacer, Tronco. La vida es dura y hay que pelearla todos los días para ganarse un hueso. Está difícil la calle. No está para cualquiera. Hay que resistir y nunca bajar las patitas. Ahora te dejo, hermano. Me la voy a patear un rato a ver que se ve por ahí. La seguimos en otro momento. Cuídate, Tronquito.

Pila Gonzalez

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Me gusta lo simple. Juntarme a comer y tener una buena charla con mis amigos, salir a correr, sentarme a leer en un parque, escribir en cuadernos, recorrer lugares caminando. Enamorado de los Balcanes, me autodenomino un catador de cafeterías por el mundo.
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