El payaso Almodóvar

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Estaba viejo y sus chistes ya no causaban el efecto de antes. Por eso el administrador le había comunicado que esta sería su última gira con el circo. Lo iban a remplazar por un dúo de payasos más jóvenes que él, y que, aceptando la realidad, su tiempo había pasado.

Mientras se estaba vistiendo para salir a escena recordó sus buenos momentos. Cuarenta años haciendo reír a las personas era mucho para un hombre. Cuarenta años recorriendo el país, alegrando cada rincón de la República con su gracia, con su humor. Cuarenta años que lo marcaban a fuego. Una vida entera dedicada a intentar robarles sonrisas a chicos y grandes.

Por un rato pensó que el administrador tenía razón. Era momento de retirarse. Pero ¿qué haría ahora con su vida? Los payasos de circo no tienen jubilación, y el poco dinero que tenía ahorrado sólo le alcanzaba para vivir unos meses. Pero eso no era lo importante. Lo que más le daba vueltas por la cabeza, una y otra vez, era que había llegado al ocaso de su carrera y no sabía hacer otra cosa que vivir en el circo.

Se pasó una hora buscando el calcetín rojo de la buena suerte. Ese que le había regalado el primer dueño del circo años atrás, cuando la historia era otra. En ese tiempo, ir a ver un espectáculo circense era algo sublime. Colas de cuadras para sacar una entrada. Ciudades y pueblos enteros expectantes por la llegada del circo. En esa época, él supo ser la atracción principal durante muchos años.

¡Atención damas y caballeros!

¡Atención niñas y niños!

¡El número que tanto estaban esperando!

¡Con ustedes, el genial, el magnífico, el único, el Payaso Almodóvar!

Y miles y miles de personas rompían en una ovación interminable. Y miles y miles de caras felices disfrutaban de su rutina. La risa de los niños y los adultos, la alegría que destellaban de sus rostros, no se lo olvidaría jamás. Y cuando terminaba la función, el público invadía el escenario para abrazarlo y pedirle autógrafos. Y el mundo se detenía por un instante. Y todos disfrutaban de un momento único en familia.

Cuantas muestras de afecto y cariño. Pero ahora todo concluía. A la nueva generación no le interesan los circos. Había llegado el tan temido ocaso. Con suerte vendían las primeras cinco filas si era una ciudad grande y si no pasaban nada interesante en televisión ese día.

Ahí estaba Almodóvar. En su pequeño camión, buscando desesperadamente su calcetín rojo de la suerte porque se acercaba el turno de salir al escenario. Aunque su participación era minúscula, quería estar lo mejor posible para su último espectáculo y, contar con su media de la suerte, era fundamental en este caso.

¡Cinco minutos y te toca, che! —le dijo un malabarista golpeando la puerta del remolque.

Y el condenado calcetín que no aparecía. Al final optó por ponerse otro, resignado, porque no le quedaba más tiempo, y quería estar puntual en su despedida.

«¿No sé porque no lo anunciaron como “La última función del Payaso Almodóvar” al espectáculo de esta tarde? Quizás algún memorioso o nostálgico lo recordara y la platea estuviera con un poco más de gente.», pensó.

¡A bambalinas Almodóvar, dale que salís!

Con paso cansino y la mirada perdida se preparó para su último show. Duraría tres minutos y cuarenta segundos, pero serían sus últimos instantes en el circo. Su última rutina. Las últimas risas. Los últimos aplausos, y el telón de su vida se bajaría para siempre.

Una voz aguda gritó desde el escenario anunciando el próximo número, que era nada más ni nada menos que su final.

¡Y ahora sí, con ustedes… el Payaso Almodóvar!

A pesar de estar viejo, las ganas y las energías no las había perdido. Saltó al medio del escenario con su clásico “¡A divertirnos chicos!”, pero se detuvo de golpe. Una tremenda ovación de gritos y aplausos apabullantes lo recibió. Levantó la vista, con lágrimas en sus ojos y los vio. Su público de siempre. Padres con sus hijos a los hombros. Abuelos de la mano de sus nietos y una platea colmada, con banderas pintadas con el nombre de diferentes partes del país, que se habían enterado de que esta era la última función del genial, del magnífico, del único.

¡El Payaso Almodóvar!

Este cuento pertenece al libro El momento RANDOM, publicado en el año 2021.

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La soledad del alma

Pila Gonzalez

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Me gusta lo simple. Juntarme a comer y tener una buena charla con mis amigos, salir a correr, sentarme a leer en un parque, escribir en cuadernos, recorrer lugares caminando. Enamorado de los Balcanes, me autodenomino un catador de cafeterías por el mundo.
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